24 de febrero de 2012

Las 10 estrategias de manipulación mediática (Noam Chomsky)

Recupero un texto del lingüista, filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky, que sintetiza los diez recursos utilizados por los medios de comunicación para manipular la opinión pública a favor de las diversas agendas corporativas o gubernamentales. 

No es nuevo pero viene bien tenerlo muy presente en esta época. Quizás me lo imprima en formato "check-list" o cartón de bingo y los vaya tachando la próxima vez que vea los informativos. A ver si así por lo menos gano algo... 

1. La estrategia de la distracción
 
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética.

Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales" (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas).

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá a mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discursos, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad" (cita de “Armas silenciosas para guerras tranquilas”).

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional y, finalmente, al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores" (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas").

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad

Hacer creer al individuo que solamente él es el culpable, por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución.

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

22 de febrero de 2012

¿Y si la crisis fuera una buena oportunidad?

Como parece que la decisión de dejar de ver los telediarios ha gustado mucho, me arriesgo a compartir otra que he tomado recientemente: no quiero volver a oír ni a hablar de la crisis si no es para decir o escuchar algo nuevo y constructivo.

Y es que desde hace unos años no hablamos de otra cosa. Al principio lo entendía, se estaban analizando las causas para encontrar las soluciones. Ahora ya estamos inmersos en un circo surrealista: las causas están claras pero las soluciones disparan a los inocentes y favorecen aún más a los culpables. Por lo tanto, estamos ante conversaciones de besugos que ya solo generan negatividad, frustración e impotencia. Y lo que te rondaré morena... 

La conclusión es clara: nadie nos va a salvar. Si me apuras, va a ser al contrario. Así que está en nuestra mano decidir qué actitud tomamos ante esta travesía por el desierto: víctimas o exploradores.

Nuestro mundo ha cambiado completamente y ya no sirven las estrategias de antes. Haciendo un paralelismo, es igual que la reflexión de Alex de la Iglesia sobre la industria del cine: "El vacío ya está bajo nuestros pies. (...) ¿Podemos decir que internet no es una alternativa al negocio del cine cuando ni tan siquiera lo hemos intentado? ¿No somos responsables de no saber adaptarnos a las necesidades del mercado? ¿Cuanto tiempo vamos a esperar? (...) Es una realidad imparable. Demos el primer paso o lo darán por nosotros. Hablemos, discutamos cómo hacerlo, pero no demos marcha atrás. Se necesita valentía, pero no creo que orgullo".

Por eso, si a partir de ahora queréis hablar conmigo de crisis, que sea en los términos de este texto (que popularmente se atribuye a Albert Einstein aunque no está claro).


Y es que me da pena ver cómo, muchas veces, nos comportamos como el elefante encadenado de Jorge Bucay, que permanecía atado a su estaca a pesar de disponer de fuerza de sobra para soltarse y escapar. 



Con este análisis, no nos debería quedar otra opción que abrazar la crisis y vivirla con el optimismo de una oportunidad. Para muchas cosas: para volver a probar y demostrarnos que somos más fuertes que el miedo y la falsa seguridad; para revisar todas las creencias y prejuicios que nos limitan; para sustituir el modelo de éxito burgués y el consumismo anestesiante por un proyecto de vida a la medida de nuestro talento e intereses; en definitiva, para apostar por los valores que el anterior sistema ha despreciado: la creatividad, la imaginación, las emociones, la integridad, la confianza, la colaboración, el espíritu crítico, el coraje, la alegría...

A estas alturas del post me siento como una telepredicadora pero es que es emocionante cuando te lo planteas así. Y, además, creo funciona.

13 de febrero de 2012

Por qué ya no veo los telediarios

He tomado una decisión. Voy a limitar al mínimo mi consumo de medios de comunicación generalistas. Los miraré de reojo, captaré los titulares para no perder del todo el hilo de la actualidad y los dejaré ir. ¿Por qué?

Porque sus contenidos y enfoques en general no me aportan nada más que miedo, parálisis y desesperanza. Y eso no me interesa. Porque no construye. Y estamos en una época en la que necesitamos construir. Coincido plenamente con los análisis del filósofo José Luis Sampedro, especialmente cuando afirma que estamos asistiendo a la decadencia del sistema. Y los medios de comunicación generalistas, pertenecientes al stablishment político y económico, se están limitando a ser meros escribas y taquígrafos de esa caída. Así que, para mí, son noticias del pasado. Y peor aún, están ejerciendo el papel de mensajeros del miedo que interesa a los gobiernos y mercados. Y su veneno anestésico hará más largo el proceso de cambio y más profundas las heridas de las personas que están pagando injustamente los platos rotos. Lo cuento en primera persona pero es un comentario que oigo constantemente a mi alrededor. Y veo que solo genera derrotismo, negatividad, apatía y desesperanza.

"Mirar, ver y percibir" de Antoni Muntadas
Así que he dedicido cuidar mi "alimentación informativa", elaborando una dieta sana, rica en energía y positividad. He sustituído el colesterol de los informativos (ya ni hablamos de las grasas saturadas de los programas del corazón) por la fibra de los contenidos que me aporten nuevas ideas, soluciones creativas, historias que demuestren que las cosas se pueden hacer de otra manera y que funcionan, ejemplos que inspiren y animen a continuar con una sonrisa y esperanza en el ser humano.

Lo bueno de esta época es que están ahí, al alcance de un click. Os dejo algunos de los últimos vídeos que he visto y que me parece que merece la pena compartir. Perdón por no haberlos ordenado por temáticas, estoy en una fase de pinche más que de chef...
Es posible que profundice en alguno de ellos en próximos posts y también os contaré otros que no he incluído, así como libros y artículos que vayan en la misma línea. Me encantará recibir vuestros comentarios con nuevas recomendaciones y enlaces. Buenos días y buena suerte. Y, sobre todo, bon appétit!!

7 de febrero de 2012

Excusas para no tener un blog

"En casa del herrero, cuchillo de palo", dice el viejo refrán. Más de 10 años de experiencia como periodista especializada en relaciones públicas y los últimos dos años metida de lleno en la gestión de la reputación online de proyectos y marcas... y yo sin tener un blog personal
 
No sé cuáles eran las excusas que me ponía hasta ahora. "No tengo tiempo", supongo que era la más habitual. "No sé de qué hablar", era otro motivo que me esgrimía. "¿A quién le va a interesar mi opinión?", terminaba finalmente mi cabeza, zanjando el tema con un mal entendido sentido de la vergüenza y la humildad. 

Hasta que comprendí que este tipo de plataformas no son púlpitos o tribunas desde los que dar discursos o aleccionar, papel con el que no me identifico ni pretendo asumir. Si no que son las nuevas plazas del mercado de las ideas, los conocimientos, las experiencias, los trueques, la colaboración y la revolución.
 
El tiempo de las excusas ha terminado. Ahora tengo más tiempo, un montón de temas sobre los que me apetece hablar y la duda de si interesarán a alguien. No lo sé. Lo averiguaré con el tiempo. Pero eso ya no va a ser una excusa nunca más. Porque no hay excusas para no tener un blog hoy en día. Y menos un periodista.